SALUDO A LOS LECTORES

Estimados amigos lectores:

Desde hace algunos años he estado escribiendo y publicando artículos sobre la coyuntura del país.

Lamentablemente, debido a la censura impuesta por el régimen correísta, esto es cada vez más difícil.

Así, este Blog ha sido creado con la finalidad de poder brindar, sin censura, elementos de juicio para el análisis y solución de la grave situación de crisis política y económica por la que atraviesa el Ecuador. De manera particular Libre Ecuador busca contribuir con ideas para la construcción de consensos sobre temas de interés nacional y la restauración de la democracia en el país.

Libre Ecuador también aspira poder aportar al debate sobre temas relativos a la democracia, el desarrollo sustentable y la protección del medio ambiente, tanto a nivel nacional como internacional.

Para todo ésto es muy importante recibir sus valiosos comentarios y sugerencias.

Además de artículos míos, se incluirán artículos y libros de diversos autores sobre los temas mencionados.

Agradezco a todas aquellas personas que brindan su apoyo para el mantenimiento de este espacio de libre pensamiento.

Gustavo Palacio Urrutia

 

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Agravación de la crisis y Paro Nacional. (19 JULIO 2015)

Agravación de la crisis y Paro Nacional. (19 JULIO 2015)

La situación de crisis del Ecuador continúa agravándose. El gobierno correísta, frente a un escenario que parecería haberlo desbordado, luce desconcertado, sin saber como actuar, optando por aferrarse a viejas tácticas y estrategias que lejos de ser una tabla de salvación profundizan la crisis.

En lo económico, por ejemplo, lo más preocupante sin duda lo constituye el acelerado y peligroso endeudamiento público (incluida la deuda externa), así como la utilización de mecanismos de pago con dinero inorgánico que junto con las medidas de salvaguardia aumentan las interrogantes sobre la sostenibilidad de la dolarización en el país. Medidas desesperadas que buscan suplir la falta de liquidez en las arcas fiscales, claves para la perpetuación del proyecto totalitario, pero que no abordan los problemas de fondo del país: desaceleración de la actividad económica, (con afectación de sectores de gran significación por su dinamismo y efecto multiplicador como el de la construcción), incremento del desempleo, déficit de la balanza comercial y de pagos, disminución del índice de competitividad del país y aumento del riesgo país, incremento del costo de vida, fuga de capitales, entre los más significativos. Cuadro tremendamente negativo e injustificable tomando en cuenta los ingentes recursos con los que ha contado por más de ocho años el régimen correísta.

Cabe indicar que la mencionada situación de la economía podría complicarse aún más de continuar la contracción de la demanda de materias primas a nivel mundial, acompañada del incremento de la oferta en el caso del petróleo, así como por un clima de intranquilidad en el sistema financiero internacional, con China y la eurozona como protagonistas principales.

En el ámbito político, la actitud del gobierno es igualmente poco innovadora y exitosa. Como en el pasado, continúa aferrado a su discurso populista de representación binaria de la realidad, de amigos y enemigos de la revolución. Su llamado al dialogo es presentado bajo dicho esquema: los de buena y mala fe, los que hablan con la verdad y los que mienten. Con esta perspectiva toma asimismo medidas de amedrentamiento y división de la oposición, amparado en el control del andamiaje de todos los poderes del Estado. Este ha sido claramente el caso de su política hacia los trabajadores, el movimiento indígena, los estudiantes, los empresarios, aunque con magros resultados. Por un lado Correa se ufana en denostar públicamente a aquellos dirigentes y representantes de los sectores que son críticos con su gobierno, buscando deslegitimar y menoscabar la institucionalidad de su gremio. Por otro hace todo lo necesario para reafirmar la relación de lealtad y obediencia de parte de los pocos dirigentes leales a él, cuyas conciencias son compradas mediante “favores” económicos y políticos provistos por el aparataje clientelar estatal de Alianza País.

Asimismo, respecto de los actores y movimientos políticos, Correa confía en mantener dividida a la oposición vía la estigmatización, calificándolos como los representantes de la derecha, ultraizquierda ó izquierda infantil, en oposición a él, como encarnación del interés popular. Utiliza viejas prácticas de amenaza y chantaje con el fin de inmovilizar a varios de sus detractores y evitar nuevas convocatorias. Un ejemplo importante es el caso de las denuncias contra los alcaldes de Guayaquil y Quito y varios dirigentes políticos. Existen igualmente amenazas de acciones judiciales contra varios de los representantes del centro izquierda e izquierda, así como de los diferentes gremios, movimientos sociales y activistas de las redes sociales. Como años atrás continúa la censura sistemática a los medios de comunicación y se reanudan los ataques cobardes a plena luz del día contra los periodistas. La última víctima fue Christian Zurita, enemigo jurado de Correa por haber revelado los pingues contratos de su hermano Fabricio, ex tesorero de campaña y miembro fundador de Alianza País. Dicha persecución y ataques sin embargo, generan solidaridad y abonan a la decisión ciudadana de continuar su lucha por la libertad.

Las arremetidas de Correa contra sus detractores, en algunos casos con fines propagandísticos, chantaje y cálculo político rayan en el absurdo. Tal es el caso de la risible acusación de golpe de Estado contra varios asambleístas realizada por el Ministro del Interior, José Serrano, con ocasión de una de las marchas recientes y que se enmarca en una estrategia de victimización y justificación de la represión que ya ha sido denunciada. Igual de disparatada es la maniobra propiciada por la Asambleísta de Alianza País, Rosana Alvarado, de presentar una ley para retirar la pensión de los ex presidentes que se ausentaron del país sin el permiso del Congreso Nacional, con clara dedicatoria en contra de los ex presidentes Abdalá Bucaram, y Lucio Gutiérrez. Bucaram ha denunciado en varias ocasiones que se vio obligado a brindar su apoyo y a pactar con Correa al inicio de su gobierno, pero que éste luego lo traicionó, incumpliendo la promesa de facilitar su retorno al país.

 

Como se sabe, la propaganda es uno de los pilares fundamentales de la política del régimen correísta. Sin embargo, contrario a lo que sucedía en los primeros años de popularidad del caudillo, el aparato de propaganda montado por los hermanos Alvarado ya no rinde los resultados esperados. Esto se evidenció de manera clara durante la reciente visita del Papa Francisco, cuando el régimen trató burdamente de manipular la figura y doctrina de la iglesia con fines políticos, lo que causó el rechazo y la ira de la población que desafiante pifió a Correa en presencia del ilustre visitante y de toda la prensa internacional.

El fracaso del discurso, propaganda y accionar político del régimen en la actual situación de crisis se refleja no sólo en la debilidad de sus ataques contra la oposición, sin ninguna victoria digna de mencionar, sino también en la persistente caída de su popularidad, como lo indican varias encuestas, y su muy reducido poder de convocatoria en las calles. Un ejemplo de lo señalado fue la escuálida manifestación organizada por Alianza País en contra del Alcalde de Quito, Mauricio Rodas. Después de varios años de resistencia a la dictadura de parte de diferentes sectores sociales, la indignación social contra Correa y su gobierno se presenta mucho más fuerte que su política de propaganda, división y amedrentamiento. El atribulado caudillo parecería no entender que salvo contadas excepciones, es la ciudadanía la que convoca a las calles, que los dirigentes de manera consecuente se suman a la misma y no al revés, como tradicionalmente ha sido la práctica populista en Alianza País.

Un elemento adicional a considerar en el análisis sobre la actuación del régimen es el renovado afán de Correa de endurecer su política de control y represión social, lo que constituye una grave amenaza a la paz en el Ecuador de parte del Estado correísta. El régimen no sólo que ha montado un aparato de inteligencia y espionaje para dicho fin, con la asistencia de compañías como Hacking Team, sino que ahora anuncia de forma descarada la creación orgánica de sus propias fuerzas de choque, lo que deja entrever su desconfianza en las Fuerzas Armadas para reprimir el descontento popular. Un movimiento de “camisas pardas” que estaría dirigido por su hombre de mayor confianza, Ricardo Patiño. Militante de servilismo probado, de no muchas luces, pero igualmente ávido de poder, como lo revela su paso por diferentes ministerios, incluida la destruida Cancillería Ecuatoriana, convertida en nueva fuente de poder clientelar de Patiño. Los ahora importantes funcionarios Rommy Vallejo, Pablo Romero, Bayron Valle, Pedro de la Cruz, Octavio Villacreces, Patricia Dávila, son justamente, entre muchos otros, leales miembros de redes patiñistas creadas con la participación de su hermano Raúl.

Hay que recordar que Correa siempre ha contado con fuerzas de choque de inspiración fascista, provenientes de las redes clientelares de Alianza País, pero no en el número como requiere hoy, atemorizado por la numerosa presencia de la ciudadanía descontenta en las calles, cerca de Carondelet.

En resumen, se trata de un cúmulo de medidas políticas que al igual que las económicas resultan irresponsables e inescrupulosas, que buscan desactivar la protesta social y ganar tiempo para aprobar la reelección indefinida. Medidas que van de la mano con la política de violación de los derechos humanos de la dictadura, que agravarían la crisis y aumentarían el descontento de la gran mayoría de los ciudadanos.

Frente a la situación descrita es reconfortante observar que los sectores sociales, con el sector obrero e indígena a la cabeza, junto a los maestros, médicos, jubilados, estudiantes y la ciudadanía en general, empiezan a dar señales de actuar unidos, bajo planteamientos concretos de común interés, esenciales para la recuperación de la democracia, comenzando por el archivo de las enmiendas a la constitución, incluida la reelección indefinida y varias otras que cuestionan de raíz la legitimidad del régimen correísta. Son amplios sectores ávidos de iniciar el diálogo y la discusión sobre qué país queremos los ecuatorianos, pero que están conscientes de que el mismo sólo será posible efectuarlo cuando se restaure la democracia, en la etapa del post correísmo.

Las múltiples reivindicaciones sociales planteadas se perfilan como ejes de una estrategia de unidad de los ecuatorianos que permitiría cristalizar la consigna de “Fuera Correa Fuera” que grita la ciudadanía en las calles y plazas del país, en las redes sociales, con miles de miembros activos conscientes del peligro que corre la Patria.

En dicha ciudadanía y colectivos se observa un creciente y legítimo compromiso por poner término a la dictadura civil de Correa, como principal objetivo para superar la actual crisis nacional, mediante la protesta pacífica, incluido el paro indefinido, plantones y marchas. El anunciado próximo paro nacional será sin lugar a dudas un evento histórico que pondrá a prueba la posibilidad de unidad del pueblo ecuatoriano en su lucha por la democracia.

 

 

 

 

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PLAN A Y B DE CORREA (29 JUNIO 2015)

PLAN A Y B DE CORREA (29 JUNIO 2015)

Las marchas del 24, 25 y 26 de junio representan un hito en lucha de la mayoría de ecuatorianos por la restauración de la democracia en el país en contra del régimen correísta.

La lucha en las calles denota un alto grado de conciencia cívica de parte de los ciudadanos que en pocas semanas han logrado inclinar la balanza del poder político a su favor.

La dinámica de la lucha deja entrever que el gobierno ha perdido la iniciativa, que ya no cuenta con el apoyo de la mayoría de la población y que cada medida que toma incrementa la crisis política con efectos negativos para la economía también. Es evidente que Correa no tiene credibilidad, y que su otrora inmenso poder no sólo que ha sido mermado considerablemente por las demostraciones multitudinarias y diarias de rechazo, sino que está a punto de desmoronarse como un castillo de naipes.

Correa a regañadientes ha reconocido sus derrotas y su precaria situación, política y económica, lo que se refleja en su errático, contradictorio y apesadumbrado discurso aunque esto no signifique un cambio sustancial en su forma despótica de gobernar y aferrarse al poder. Así, aunque a ratos parecería haber tomado conciencia de que sus días como líder mesiánico terminaron, y de que las probabilidades de que no llegue a cumplir su período presidencial son muy altas a menos de que realice la larga lista de rectificaciones demandada por la ciudadanía, es su identidad egocentrista y autoritaria la que termina por prevalecer en su discurso, reiterando como si hablara consigo mismo: “no nos vencerán, no vencerán a la revolución ciudadana, somos más, muchísimos más”.

Correa sabe que el pueblo lo ha derrotado en las calles, y que exige su salida del poder. Intuye que la aguda crisis por la que atraviesa se debe no solamente al rechazo a las políticas antipopulares de su gobierno, la corrupción desmedida, sino y sobre todo por el desprecio que la mayoría de ciudadanos sienten por él como persona, por su discurso estigmatizante de la sociedad, por su forma despótica de ejercer el poder, por su manera ruin de ser y escudarse en la “majestad del poder”. Desprecio que dicho sea de paso se extiende a su larga lista de serviles colaboradores. Correa comprende que los actores políticos han tomado conciencia de este hecho social y de que han empezado a actuar en consecuencia, como él mismo lo habría hecho y reconoce desde su óptica de realista pragmático, lo que significa mayores movilizaciones ciudadanas de protesta.

Ante esta situación el disminuido caudillo opta como estrategia política de salvación por apostar a la amenaza de un supuesto “golpe de Estado” y su salida “anticonstitucional” del poder. Correa pretende aprovecharse de los traumas políticos del pasado, que persisten en el imaginario social, formulando una especie de chantaje a la conciencia ciudadana, invocando al fantasma de un supuesto quebrantamiento de la democracia que dañaría la imagen del país.

Por eso en la última sabatina a la vez que dio a entender que si bien la oposición contaba con apoyo popular (población desinformada y engañada según él), la “única manera de sacarme” del poder sería violando la constitución, elevando la beligerancia y confrontación de su discurso. Bajo este plan y estratagema estima que va a lograr cansar y desalentar las marchas y plantones ciudadanos, desarmar a los dirigentes de la oposición y de los sectores sociales, lo que le permitiría ganar tiempo y si tiene suerte ganar incluso las elecciones del 2017 gracias a su sumiso consejo electoral y el nuevo “sistema venezolano” de voto electrónico. En caso de que este plan A no resulte, cuenta por supuesto con un plan B, cual es el de precisamente provocar y aparentar un “supuesto golpe de estado” que sería presentado ante los ojos del mundo como su derrocamiento “inconstitucional”. Como sabemos, Correa es proclive al simulacro político y no tiene ningún escrúpulo en aparentar aunque sea burdamente un supuesto golpe de Estado con tal de cumplir su objetivo, como lo demostró durante los trágicos acontecimientos del 30 de septiembre del 2010. Desde su perspectiva maquiavélica, éste plan le permitiría argüir que fue victima de una conspiración internacional de la ultraderecha y el imperialismo, evadir la justicia, y gozar de su “patrimonio” y “departamento” en Bruselas, además de recibir el apoyo de su amplia red internacional chavista de “amigos” del socialismo del siglo XXI. Como buen populista oportunista esperaría el momento adecuado para volver por sus fueros a intentar cooptar con sus enormes recursos el poder político en el Ecuador. Cabe aclarar que Correa y sus asesores optaron por la estrategia descrita (plan A y B) luego de que los militares ecuatorianos, comprometidos con su tradición de no reprimir al pueblo en las calles, rechazaron su pedido de implantación del Estado de excepción.

Debemos añadir que la estrategia del político aparentemente frío y calculador no está exenta de exabruptos y drama, en especial en situaciones de crisis como la actual, dada su personalidad inestable, cambiante, en ocasiones delirante, y que genera contradicciones de manera recurrente. Es por eso que en estos días despojado de su “carismático” poder le resulta muy difícil fingir y no mostrarse tal como es en su fuero interno: como un dictadorzuelo asustado que presiente que el día de rendición de cuentas a la justicia podría estar muy cerca, y que no sabe si es el momento de correr o si debe continuar aparentando fortaleza en medio de la crisis. Esto ayuda a explicar sus múltiples cambios respecto de la ley de herencia, y plusvalía, su reciente llamado al “dialogo” con la sociedad, su relación oportunista con los empresarios, con la cúpula militar y la iglesia. Daba vergüenza ajena verlo en su último show mediático de los sábados agobiado de rabia e impotencia por el giro inusitado de los acontecimientos, frente a una audiencia de las redes clientelares gubernamentales que daba señales de aburrimiento y fastidio por su cansina retórica. En su alocución se comparó con quienes considera sus principales detractores políticos e invocó a los diversos sectores sociales para que los juzguen por no pagar impuestos. Casi implorando pidió que revisen y comparen las aportaciones de años recientes y pasados, como diciendo “no me juzguen a mi, hay dirigentes políticos iguales o más corruptos que yo”. Actitud audaz e impúdica pues todo el país conoce que la mayor corrupción proviene de Carondelet.

Lo acontecido en esta semana y la respuesta irresponsable del régimen de querer imponer su voluntad e intereses de grupo por encima de la voluntad popular determina un cambio radical de la agenda política nacional. Así, por ejemplo, en la nueva coyuntura ya no cabe plantear rectificación ni diálogo, pues no existe ni voluntad ni credibilidad en Correa y su camarilla, como lo han señalado varios dirigentes de distintos sectores. Resulta completamente obvio que la larga lista de reivindicaciones (rectificaciones) que la ciudadanía demanda: archivo definitivo de las leyes de herencia y plusvalía, archivo de las enmiendas constitucionales para aprobar la reelección, restablecer el aporte del 40% al seguro social, derogación del nuevo código del trabajo, devolución del Fondo de Pensiones del gremio de maestros, no pago de la nueva deuda ilegitima del gobierno correísta, término de la criminalización de la protesta social, fin de la explotación del Yasuní, no a la minería a cielo abierto, etc., etc., jamás serán aceptadas por el régimen despótico de Correa.

Afortunadamente, ante el panorama descrito que amenaza en sumir al país en la violencia e ingobernabilidad, se empiezan a multiplicar las voces de líderes políticos y de opinión que plantean la renuncia de Correa, como alternativa de solución democrática de la grave crisis política y económica, tal como lo prevé la constitución actual en su artículo 145 relativo a la terminación del mandato presidencial, conforme lo demanda la ciudadanía en las calles. Renuncia a la presidencia que debe ser acompañada por la del Vicepresidente Glass, y de todas las autoridades que conforman el Estado correísta. La renuncia del Presidente y miembros del gobierno impediría que Correa y su camarilla puedan evadir la justicia y evitaría que continúen destruyendo y endeudando ilegítimamente el país.

Cabe añadir a lo indicado que la institucionalidad democrática del país, en particular en lo que concierne a su andamiaje jurídico, su sistema de justicia, sus órganos de control, ha sido completamente contaminada y cooptada por el poder autocrático de Correa y su camarilla, lo que exige que la discusión sobre cómo resolver la terminación de la dictadura deba realizarse en el espacio meta constitucional, de los fundamentos y valores básicos de la sociedad democrática, del derecho a la resistencia y terminación del período presidencial consagrado en la constitución, y no en el espacio reducido y amañado de los mecanismos y reglamentos ilegítimos que forman parte del andamiaje jurídico de control del Estado autocrático.

Debemos estar conscientes que la restauración de la democracia debe construirse día a día. Nos espera un período de transición que debe iniciarse el mismo día de la salida constitucional de Correa mediante la conformación de una Junta de Notables, de hombres probos, de trayectoria transparente, que represente y refleje nuestra diversidad social, que asuma temporalmente el poder y convoque a una nueva Asamblea Constituyente y/o elecciones anticipadas, con un tribunal electoral diáfano.

 

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Cómo proceder (ó Qué hacer?)

Cómo proceder? (ó Qué hacer?)  (18 JUNIO 2015)

Por varios días consecutivos los ecuatorianos cansados de ocho años de atropellos exigen en las calles del país la salida de Rafael Correa al grito de “Fuera Correa, Fuera”.

No hace falta ser muy prolijo en el análisis de los contenidos de las expresiones de rechazo al régimen para darse cuenta que la población ya no guarda respeto alguno por el gobernante, y que el principio de autoridad, tan mentado por Correa para reprimir a la población, en detrimento de la gobernabilidad democrática, ha quedado completamente socavado.

La situación, como el propio gobierno lo ha reconocido, es muy grave y demanda una salida democrática que se enmarque en la voluntad popular y lo que la constitución contempla. Se han levantado voces indicando que Correa debe rectificar y terminar su período, con el argumento de que no se deben repetir los errores del pasado cuando se derrocó a varios presidentes, a fin de evitar el daño a la imagen internacional del país.

Hay otras voces, sin embargo, que consideran que hay argumentos de mucho más peso que inclinan la balanza a una salida constitucional de Rafael Correa como única forma de solucionar la actual crisis política. Fundamentalmente son tres razones a tomar en cuenta para que se opte por la terminación constitucional del gobierno de Correa. La primera tiene que ver con la destrucción de la democracia (incluyendo la violación de la actual constitución) y la violación de los derechos humanos, que han sido perpetradas por el régimen y que ha menoscabado nuestra imagen a nivel internacional. La segunda no menos importante es la gravedad de la situación económica en la que se encuentra el Ecuador, al borde de la desdolarización, fruto de la mala administración y la corrupción campeante del régimen correísta, a lo que se suma la galopante deuda pública interna y externa, sin precedentes en la historia nacional.

 

Pienso que en criterio de la mayoría de los ecuatorianos, el grito de “Fuera Correa, Fuera“ responde a la necesidad histórica de impedir que el daño sufrido por la democracia, los derechos humanos y la economía nacional se ahonde en lo que resta del periodo presidencial hasta el 2017. A esto se suma la amenaza de la reelección presidencial, con un tribunal electoral sumiso, y la continuación indefinida de la dictadura correísta. Es un lujo que el pueblo ecuatoriano intuye no puede permitirse en las actuales circunstancias cuando los destinos del país están en juego.

La tercera razón, que constituye una condición indispensable para la gobernabilidad y el desarrollo del País, es que la única manera de apaciguar el clima de intranquilidad nacional, de evitar enfrentamientos violentos que pudieran significar derramamiento de sangre, es mediante la salida constitucional de Rafael Correa como lo demanda la población. Esta podría tener lugar vía su renuncia y mediante el llamado a elecciones anticipadas, organizadas por un tribunal electoral conformado por ciudadanos probos.

En cuanto a la imagen internacional, la mayoría de los ecuatorianos están conscientes de que para recuperar nuestra auto estima y prestigio es necesario dar el ejemplo en la región, mediante la celebración de comicios libres y la elección de un nuevo gobierno democrático, cuya primera medida a nivel internacional deberá ser retirar el respaldo a la ignominiosa candidatura de Patricio Pazmiño, actual Presidente de la Corte Constitucional de Justicia de Rafael Correa, como miembro “electo” de la Corte Interamericana de Justicia.

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EL TREN ESTANCADO (JULIO 2014)

EL TREN ESTANCADO (JULIO 2014)

Guardando las enormes distancias históricas, además de ideológicas, económicas y sociales, el Ecuador de hoy me recuerda como si fuera ayer, los días surrealistas del “socialismo desarrollado” nombre con el que Leonid Breshnev anunciaba al mundo que la Unión Soviética había alcanzado una supuesta fase superior del Socialismo, con la que se superaba definitivamente el capitalismo occidental, y que fue la etapa previa al Glasnost de Gorbachov y la posterior caída estrepitosa de la URSS.

Desde el punto de vista del análisis teórico, el pomposo título no tenía ni pies ni cabeza, pues Marx y Engels concibieron el socialismo como un modo de producción mundial, global, y no como un sistema limitado dentro de un solo país (o grupo de países) como era el caso de la URSS. Para los precursores del socialismo,  en dicho modo de producción socialista mundial los hombres disfrutarían de gran bienestar, dada la generación de riqueza y alto grado de desarrollo tecnológico, cosa que sólo muy parcialmente se había logrado en el país de los soviets, en particular en ciencia y educación. El Estado (Marx lo veía como un instrumento de represión de una clase sobre otra) y las clases sociales no existirían, en vista de que la “dictadura del proletariado”  (denominada también como “período de transición del capitalismo al socialismo) se encargaría de hacerlos desaparecer. Según ellos, la fase posterior al socialismo, sería la del comunismo.

Desde el punto de vista del desarrollo económico, la supuesta superioridad del “socialismo desarrollado” soviético no sólo que contrastaba totalmente con la teoría marxista, sino también respecto de su contraparte del sistema capitalista. A través de un mercado negro creciente, en gran medida controlado por el propio Estado, los soviéticos podían constatar la superioridad de los productos occidentales, en todos los órdenes, respecto de los soviéticos de muy mala calidad, lo que se traducía en frustración y abonaba al creciente descontento por la falta de libertad en un régimen totalitario que empezaba a resquebrajarse.

Con el propósito de calmar la creciente insatisfacción de los ciudadanos,  desde finales de los 70 e inicios de los 80, sobre la base de la explotación de sus recursos naturales, el gobierno soviético inició un período de gasto sin precedentes en bienes importados que terminaron por minar la magra economía centralizada y la anticuada industria del “socialismo en un solo país”. De la noche a la mañana la nueva clase media rusa, altamente educada dentro de los límites de la austeridad revolucionaria, pero seducida por los niveles de  bienestar y consumo occidental, se lanzó a las calles con todos sus ahorros para comprar ropa, perfumes, pasta de dientes, jabón, champú, zapatos, electrónicos, licores, y todo producto importado que aparecía por primera vez en las repisas de los almacenes ( y no sólo en los boutiques “beriozka” de la élite comunista) como si realmente se hubiera alcanzado una nueva fase de desarrollo económico y social. Gracias a un acuerdo con Fiat, también sobre la base del extractivismo, se instalaron plantas industriales y se multiplicó el consumo en vehículos que nunca igualaron la calidad de la firma original. Dicho gasto improductivo, la baja productividad, el gasto en armamento de la guerra fría, y la falta de libertad, terminaron por producir la debacle y colapso de la República de los Soviets.

A pesar de la comprensible fiebre consumista de esos años, resultaba sin embargo paradójico y estimulante escuchar a los soviéticos comentar que las cosas no estaban bien, y que la importación de bienes era sólo una manera de calmar su sed de libertad e inconformidad con el sistema. Su protesta, sin embargo, en lugar de manifestarse en las calles, se hacía mediante bromas y chistes sobre el sistema. Una de ellas, muy popular por cierto, era la comparación de la sociedad soviética con un tren estancado, en el cual tanto el conductor, en este caso Breshnev con su politburó, como los pasajeros, es decir el pueblo soviético, aparentaban estar en marcha, tomando champan, disfrutando el momento y evitando ver la dura realidad económica y social.  Recuerdo asimismo, en mi trabajo como traductor en una institución soviética, los chistes que a manera de burla y protesta  se generaban cada vez que salía una noticia  sobre los supuestos títulos honoris causa y libros de Leonid Breshnev, parte de la tradición y propaganda estalinista del “culto a la personalidad”

Guardando como decía las distancias, entre un país subdesarrollado y pobre (en el sistema capitalista mundial) como el Ecuador, y una ex potencia militar y económica como lo fue la URSS, veo con una mezcla de tristeza y preocupación pero también de optimismo, repetirse un cuadro similar.

En base a los elementos teóricos señalados inicialmente, la sola idea de un “Socialismo del siglo XXI” dentro de los límites de los países bolivarianos no sólo que es impensable sino también ridícula. El socialismo desarrollado de Correa tiene varios nombres: del “socialismo del siglo XXI”, el del “milagro ecuatoriano” del “jaguar latinoamericano” el de la “revolución bolivariana y ciudadana”. La cruda realidad sin embargo es la de un país subdesarrollado que vive del extractivismo, que no cuenta con el capital humano adecuado para enfrentar los desafíos del siglo XXI, y cuyo régimen pretende ocultar la triste situación económico social con cifras maquilladas de reducción de una pobreza e inequidad social que es estructural, como es el caso de la supuesta creación de una gran “nueva clase media” de US 4 dólares diarios, con índices negativos en educación, empleo y  productividad.

Un gobierno que da pasos de ciego en cuanto a infraestructura, que habla de eficiencia energética en el área petrolera sin haber invertido ni modernizado el sector, sin haber iniciado siquiera la construcción de una nueva refinería, y que se jacta de producir energía renovable para exportación con la construcción de plantas hidroeléctricas, técnica y financieramente cuestionadas,  que destruyen la Amazonía. Un gobierno populista que gasta fortunas en repavimentar carreteras con fines electorales pero sin un plan vial para el desarrollo sustentable acorde a las necesidades y posibilidades del país. Régimen demagógico, que plantea una revolución educativa elitista, y un cambio de la matriz productiva, con astilleros,  industria siderúrgica, plantas petroquímicas, con centros de investigación en biotecnología, nanotecnología y demás tecnologías de punta que se producen en los centros de investigación de los países desarrollados de occidente, sin ninguna posibilidad real de que esto suceda en la escala requerida para el desarrollo nacional,  después de ocho años de gasto ineficiente y corrupción.

Un país cuyo gobierno ha fomentado el consumo improductivo, que se ha quedado sin dinero, que se ha gastado irresponsablemente el patrimonio nacional y que ahora para sostener su modelo autoritario populista acude al endeudamiento oneroso, y mendiga desesperado recursos en los mercados de capitales contra los que tanto despotricó, y que toma medidas para obligar al sector privado y al ciudadano común a entregarle sus recursos para supuestamente impulsar el desarrollo nacional.

Con relación a los personajes de la camarilla, el propio aparato propagandístico gubernamental se ha encargado de descartar cualquier intención altruista o disquisición filosófica que valga la pena, y por el contrario insiste en resaltar una propuesta tecno populista, de corte fascista, que en su ejercicio diario revela su mentalidad de nuevos ricos lumpen en el poder, escoria del capitalismo subdesarrollado, caracterizada por una cultura de tablado arrabalero, de afición por el circo politico y el discurso procaz, alrededor de la cual se ha instaurado un modelo antidemocrático y corrupto que degrada a la sociedad.

Mas allá de las diferencias y similitudes, como en la era de Breshnev en la URSS, hoy en el Ecuador estamos llegando al fin de la burbuja consumista, inflada por gasto populista irresponsable del correísmo, y comenzamos a presenciar  una nueva forma protesta a través del humor. En  artículos, caricaturas, en los programas de comedias, luego en las redes, videos de YouTube, en las conversaciones en el taxi, en el bus, en los corredores de las instituciones, en la tienda, en las casas, muchas veces en voz baja pero en aumento,  el rechazo con ironía al correísmo se multiplica. Pronto la figura de un tren que aparenta estar marcha, embriagado por el champagne,  pero que está estancado no podrá servir a la camarilla autoritaria para controlar el descontento popular que saldrá a expresarse con fuerza a las calles. Esperemos sin embargo que en la próxima etapa de la política ecuatoriana no venga un Boris Yeltsin “salvador” y “privatizador” de la Patria, del propio Alianza País, a pretender otra vez refundarnos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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LA VICTORIA DE LA OPOSICION (26 Febrero 2014)

LA VICTORIA DE LA OPOSICION (26 Febrero 2014)

 La victoria electoral de varios de los candidatos de la oposición en las más importantes ciudades del Ecuador, renueva la esperanza de que el país recupere pronto la democracia secuestrada por el gobierno autoritario de Rafael Correa.

La contundente votación nacional de rechazo a los candidatos oficialistas escogidos personalmente por Correa pareciera señalar que la ciudadanía se hartó de la agresión y degradación moral generada por un sector minoritario de la sociedad, que durante siete años se las amañó para imponer , en base al chantaje y la propaganda, su visión intolerante y antidemocrática de la política a un colectivo mayoritario, multidiverso social y culturalmente.

Rechazo de multiples sectores acumulado durante varios años contra la élite de una nueva burguesía y pequena burguesía lumpen, que lucra del Estado, que se aprovechó del malestar social producto de la falta de educación, pobreza y  exclusión,  para promover un modelo totalitario, sobre la base de viejas prácticas clientelares, demolición de la fragil institucionalidad democrática,  y políticas “civilizatorias” del siglo anterior que atentan contra la dignidad del ser humano.

Rechazo de una parte significativa de la población, incluidos muchos jóvenes, a un modelo económico insostenible de destrucción de la naturaleza, de endeudamiento irresponsable y fomento del consumismo, ejes de la política populista; que después de años de despilfarro demagógico de ingentes recursos petroleros mantiene al país en el subdesarrollo y sin mejorías sustanciales en términos de níveles de educación y productividad. A lo que se añade el repudio a una reforma educativa conservadora y elitista, destinada al fracaso  mientras no se considere al conjunto de la sociedad y no se fomente la libertad de expresión, esencial para desarrollar el pensamiento crítico y la creatividad.

Modelo de desarrollo irreal que plantea la profundización del extractivismo y  la industrialización a corto plazo como mecanismo para el “progreso”,  en un país  cuya riqueza radica precisamente en su biodiversidad; al tiempo que en los círculos académicos del mundo desarrollado se discuten las alternativas para sustituir el obsoleto paradigma decimonónico del desarrollo industrial como sinónimo de progreso. Hecho que se torna indispensable para enfrentar los efectos devastadores del cambio climático.

Rechazo finalmente a la política exterior,  de alianzas del régimen correísta con otras “dictaduras modernas” y potencias totalitarias “exitosas”; para defender sus intereses de grupo a nivel internacional con el concurso de una “red de amigos” financiados por la “revolución”. 

Política internacional que averguenza a los ecuatorianos, y que tiene como estrategia principal el ataque contra el Sistema de Derechos Humanos a fin de ejercer la represión sin tener que rendir cuentas cuando el pueblo salga a las calles, como ocurre en Venezuela

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ANALISIS DEL INFORME A LA NACION PRESENTADO POR RAFAEL CORREA (Agosto 2013)

 

ANALISIS DEL INFORME A LA NACION PRESENTADO POR RAFAEL CORREA (Agosto 2013)

El viernes pasado, con motivo del 10 de agosto,  Rafael Correa pronunció su “informe a la nación”. Con un ánimo electoral, preocupado por la pronunciada tendencia a la baja de su popularidad, intentó presentar un balance favorable de su gestión de casi 6 años, para lo cual comparó resultados del 2013 con datos del 2004.

Lejos de lograr sus objetivos con su maniobra política, a lo largo de su presentación, con su cansina retórica, llena de lugares comunes, Correa puso en evidencia el contenido demagógico de su discurso. La contradictoria presentación, en lugar de dar luz sobre su gestión, deja un tufo de desconfianza y crea interrogantes sobre la naturaleza del gobierno y la verdadera situación del país luego de 6 años de ejecución de un modelo de desarrollo extractivista y clientelar, presentado al país bajo el disfraz de “revolución ciudadana”

Así por ejemplo, una primera gran interrogante que plantea la intervención de Correa es por qué después de 6 años de “revolución ciudadana” aún no han tenido lugar “los cambios radicales, profundos y rápidos de las estructuras sociales vigentes”  si como él  mismo dice se trata de un tema “puramente político no económico, cuya solución pasa por el cambio de la correlación de fuerzas, un proceso político como lo es la revolución ciudadana” a lo que se añade el hecho de que  “hoy en día en el Ecuador esto es posible gracias a que ahora sí gobiernan las grandes mayorías y no las oligarquías de siempre” y de que ahora “manda el pueblo ecuatoriano y no los acreedores, los banqueros y la burocracia internacional” .

Otra interrogante obvia que surge de sus comentarios sobre la reducción de la pobreza es por qué razón los logros históricos de la revolución ciudadana “obviamente todavía son absolutamente insuficientes”  para “extirpar las causas de la inequidad” si según afirmó se trata de un problema “esencialmente político, cuya solución pasa por el cambio en la correlación de fuerzas”  y más aún si como subrayó en dos ocasiones “hoy en el Ecuador…con la producción actual….sólo con una mejor distribución del ingreso y los recursos sociales se podría terminar con la pobreza extrema y la pobreza en general”.

En otro momento de su intervención hizo mención del caso exitoso de los “tigres asiáticos” los cuales ante la ausencia de recursos naturales para lograr el desarrollo “debieron depender de los países extranjeros…de las potencias….de sus intereses hegemónicos … y tuvieron que permitir la explotación brutal y generalizada de su fuerza laboral”. Tal afirmación sobre el desarrollo en los países asiáticos arroja dudas sobre las seriedad de su reiterada afirmación sobre la pobreza y el atraso generado por los gobiernos neoliberales del Ecuador que habrían según Correa “sacrificado a los trabajadores (al igual que ocurrió con los tigres asiáticos) en los altares de los mercados internacionales”, dejando en el aire la interrogante de por qué entonces se obtuvieron resultados distintos en materia de desarrollo.

 

Posteriormente, sobre el mismo tema, Correa manifestó que su gobierno a diferencia de lo ocurrido en los países asiáticos “gracias a nuestros recursos naturales no tenemos que tolerar ninguna explotación laboral”.

 

Esta referencia de Correa efectuada con el ánimo de argumentar a favor de  sus políticas extractivistas (preparando el terreno para además de explotar indiscriminadamente el petróleo hacerlo con el cobre, el oro, y otros recursos naturales), denota su admiración poco disimulada por los mencionados regímenes antidemocráticos, los cuales según él “al tener que reprimir la inmensa tensión social que esto provocaba no podían tener regímenes democráticos”, detalle que pone al descubierto su visión totalitaria y su falta de sensibilidad social. No hace falta mucha imaginación para concluir que en el régimen correísta ante la “tensión social” generada por el incremento del modelo extractivista, traicionando las promesas de campaña, la “revolución ciudadana” opta por una salida igualmente totalitaria similar a la de los regímenes asiáticos.

En tono impositivo Correa indicó que a fin de alcanzar el desarrollo, el Ecuador debía seguir por el camino de la explotación de sus recursos naturales. Subrayó que  “sin nuestros recursos naturales no venceremos a la pobreza” dando a entender, de forma paradójica y contradictoria,  que para pasar a una era post petrolera (como lo prometió durante la campaña electoral y a inicio de su gobierno en el 2007)  de superación del subdesarrollo, era primero necesario agotar la fase extractivista actual y luego desarrollista” reclamando además para el país el derecho de “explotar la naturaleza al igual que lo han hecho los países ricos”. Dicho reclamo contrasta obviamente con su supuesta posición “anti neoliberal”, con la supuesta defensa de posiciones ambientales y el  “ emblemático proyecto del yasuní” , el cual debido a las posiciones oportunistas del gobierno ha quedado completamente desprestigiado.

Con su postura de guía iluminado se auto elogió por las contribuciones de su revolución a la teoría económica. De manera altisonante señaló por ejemplo que ahora en el país “desafiando la teoría económica” se pagan buenos salarios a la vez que las plazas de trabajo aumentan, los empresarios obtienen ganancias y se incrementa el consumo. Pontificó que “se privilegia la remuneración al trabajo humano antes que al capital”, para lo cual puso como ejemplo la creación del “salario digno” de US 349, según lo cual el Ecuador habría dado un paso más allá del sistema capitalista mundial. Y uno se pregunta si acaso, para que todas estas maravillas sucedan, en el país hemos entrado en un inusitado ciclo de expansión tecnológica, post industrial, de alto valor agregado, una era de conocimiento y cultura, con una amplia clase media, que marca un cambio cualitativo respecto de los tradicionales booms de materias primas, del banano, cacao, camarón, flores, petróleo, con un dólar ecuatoriano revalorado internacionalmente.

Como en anteriores ocasiones repitió sus ataques contra la era de los gobiernos neoliberales, recordando el “salvataje bancario” del gobierno de Jamil Mahuad y la manera como supuestamente en dicho gobierno los subsidios a los pobres eran vistos con menosprecio, tratando de marcar supuestas “diferencias de fondo”  frente a la mal recordada administración a la vez que justificar y elogiar la decisión de su gobierno de incrementar (con fines netamente clientelares) el famoso “bono de la solidaridad” de alta rentabilidad política.

El comentario es completamente torpe, pues todo el que conoce un poco de la historia política reciente del Ecuador sabe que fue precisamente el gobierno de Mahuad, varios de cuyos ministros ahora trabajan con Correa, el que introdujo esta nueva medida como uno de los ejes centrales de su política social y económica, siguiendo la  recomendación del Banco Mundial, y que  posteriormente fue continuada a pie juntillas por Raúl y Ricardo Patiño en el gobierno de Gustavo Noboa.

De la misma manera que sus críticas al modelo neoliberal hoy en día resultan cansinas y poco creíbles, y que contrastan con la percepción cada vez más acentuada de él como hombre de derecha; sus propuestas de “transformación” y solución de los problemas del país resultan ridículas en el sentido de que su régimen las plantea como de ideas de avanzada, innovaciones conceptuales transformadoras, cuando en el fondo no se trata sino de un programa de viejas reformas, que marcaron el advenimiento de la modernidad desde el siglo XVIII hasta el XX, pero que hasta hoy siguen truncas o a medio hacer en el país. En su oportunismo Correa sin embargo las presenta envueltas en un discurso de izquierda, salpicadas demagógicamente con reivindicaciones de los movimientos sociales, el movimiento indígenas, los grupos ecologistas.

Como sabemos, dichos grupos ahora están en abierta oposición al régimen, al que califican de traidor, lo que explica que en su intervención Correa no haya cesado de atacarlos, incluso más que a la “prensa corrupta” y que a las nuevas figuras políticas que podrían ser la sorpresa electoral del 2013.   Si bien es cierto que debe dosificar sus ataques a una oposición que abarca todas las tendencias políticas, es obvio que desea a toda costa reivindicarse y posicionarse como el líder de la tendencia de “izquierda” y “centro izquierda”, que considera como las más importantes electoralmente, y donde estima que no hay otra figura con su “carisma”.

En vista de que ya no cuenta como antes con un espacio formal representativo de respaldo a nivel nacional de dichas tendencias; con “alianza país” reducida a un movimiento clientelar en crisis, aprovechó el acto del 10 de agosto para lanzar sus ataques y descalificar  a la  “izquierda corrupta y demagógica” y a los “movimientos sociales fundamentalistas” desde su nueva postura de “líder progresista de la izquierda latinoamericana”, factible gracias a sus aliados más cercanos: Chávez, Kirchner, Morales, Ortega.

Igual actitud asume también frente al movimiento indígena y los grupos ecologistas. En el caso de los primeros, dedicó varios minutos de su alocución a descalificar con sarcasmo su cultura ancestral y su derecho de minoría a defender sus creencias sobre el “buen vivir” y la “pacha mama”, que difieren completamente  de la interpretación   “técnica y moderna” que les otorga el régimen autoritario a dichos conceptos que hoy forman parte del “acervo” de la “revolución ciudadana”. Es obvio que no se trata de un giro de sus creencias y opiniones, que va de la izquierda a la derecha como algunos han señalado últimamente,  y que dicen no reconocerlo.  Es simplemente que ahora considera que tiene el  “capital político” suficiente para darse el lujo de ser quien en realidad siempre ha sido, y ejercer con el membrete de “líder latinoamericano de izquierda” su visión “nacional correísta” del poder, haciendo explícita su renuencia a aceptar la vigencia de los valores democráticos que le demanda la sociedad como parte del cambio y las reformas sociales que requiere el país. Encumbrado en su áurea de líder internacional de las izquierdas, por “encima del bien y el mal” se permite incluso promover alianzas con oportunistas y aventureros internacionales como Julian Assange,   a quien estaría por otorgarle “asilo político”; así como buscar “alianzas” con ciertos grupos empresariales y de inversionistas,  a quienes se refirió en términos sorprendentemente amables durante su discurso.

Al final de su presentación tuvo la osadía de expresar que en los últimos meses de su gobierno se concentraría en la lucha contra la pobreza y reiteró que continuaría con sus políticas extractivistas, que ahora apuntan a los yacimientos de cobre, oro, y otros valiosos recursos naturales. Actitud por demás cínica si consideramos que su gobierno ha despilfarrado ingresos  que superan los 120 mil millones de dólares, sin precedentes en la historia del país, invertidos en mega obras de relumbrón y programas clientelares que sólo sirven para alimentar una falsa concepción de desarrollo con interés proselitista, pero que no aportan a la mejora cualitativa de la sociedad. La triste realidad de la gestión de Correa es que después de 6 años (si se dan elecciones limpias) su gobierno dejará un país endeudado, en condiciones onerosas, con sus reservas petroleras comprometidas, hundido en el subdesarrollo económico y social, con los mismos  niveles bajos de educación, salud, desarrollo científico técnico similares a los de las últimas décadas, presa ahora de la delincuencia, el crimen y la violencia social, con las mismas relaciones sociales atrasadas, y corrupción gubernamental sin control; un país atemorizado que depende de factores externos (precio del petróleo) y no tiene una dinámica propia de desarrollo sustentable a largo plazo.

Lamentablemente el Ecuador, por su fragilidad institucional y democrática, por su atraso histórico social, por su historia de reformas inconclusas, por la falta de educación, por su característica de sociedad excluyente, es presa vulnerable del acoso de caudillos populistas con pretensiones totalitarias como ocurre hoy con quien dirige la “revolución ciudadana”,  que está llevando al país a una crisis social sin precedentes. La historia nos enseña los  procesos de reformas que son manipulados a favor de proyectos totalitarios, como fue el caso de las dictaduras fascistas y estalinistas, producen como resultado violencia y destrucción en sus sociedades.

El análisis del balance negativo de la gestión de Correa nos debe hacer reflexionar sobre dos aspectos fundamentales para el futuro del país: por un lado el atraso histórico recurrente de nuestro país con relación a las reformas y medidas que permitieron el advenimiento de la modernidad en los países desarrollados. Un segundo aspecto es el concerniente al nuevo modelo de desarrollo a seguir del Ecuador y su vinculación con dichas reformas.

En cuanto al primer punto tal vez la lección más importante es que las reformas y medidas atrasadas de la modernidad: igualdad ante la ley, educación y salud de calidad para generar igualdad de oportunidades y cohesión social, obra de infraestructura, desarrollo científico técnico, pago de impuestos para la redistribución de la riqueza y funcionamiento del estado, aprovechamiento de los recursos naturales, sistema salarial  (con mejores remuneraciones en gran escala como ocurrió con la industria automotriz, bajo el liderazgo de Henry Ford a inicios del siglo XX) leyes antimonopolio, etc, no pueden ser el resultado de la imposición sino de la consecución de consensos sociales extensos, de incentivos sociales públicos y privados, en democracia, bajo un sistema de independencia de poderes, de balances y contrapesos, de justicia independiente, de alternabilidad de poder, de respeto a los derechos humanos, mecanismos fundamentales para evitar la concentración de poder estatal y privado, donde tanto mayorías como minorías sean considerados en la toma de decisiones de interés público.

Con relación al segundo punto, es fundamental tomar conciencia que el Ecuador de hoy no es el del siglo XIX como pretende Correa, y que vivimos en el XXI, de allí que es necesario que las reformas y el modelo de desarrollo a seguir sea planteado en función de los cuestionamientos a la sociedad global postmoderna, donde las prioridades de desarrollo pasan por la revisión de los patrones de producción y consumo en contradicción con los límites de reproducción de la naturaleza para mantener la vida en el planeta, tema que Correa en su ignorancia califica como parte de los “infantilismos” y “fundamentalismos” de los grupos ambientales. No sólo se trata de un tema ético, sino de una realidad que no podemos soslayar. No es posible ya pensar que las nuevas generaciones vivirán bajo un modelo extractivista y/o desarrollista, con el mismo ideal de progreso sinónimo de producción y consumo ilimitados. Este es el gran debate que se ha iniciado en los países desarrollados y que es necesario abordar en el país,  antes de que sea demasiado tarde.

Sobre el legado político de su gestión Correa fue muy parco, evitando abordar temas que por lo delicado de la situación de crisis política que se agudiza cada semana es preferible no tratar en una presentación de resultados, como es el caso de su abierta injerencia en el sistema de justicia del que se sirve para perseguir a los opositores,  y apenas se refirió al reciente escandalo de la revisión de firmas por el Consejo Electoral controlado por él. Por primera vez en mucho tiempo guardó silencio frente a la reciente acusación de uno de sus ex aliados: el Partido Roldosista, cuyo principal en la Asamblea reveló el pacto de su organización con Correa, mediante el cual éste habría prometido permitir que Abdalá Bucaram pueda retornar al país, al igual que lo hicieron Alberto Dahik y Gustavo Noboa.

 

El examen del balance de gobierno de la “revolución ciudadana” nos plantea finalmente la pregunta, son sinceras las reformas decimonónicas que plantea Correa? Pueden ser sinceras reformas que exigen la vigencia de un sistema democrático, bajo un esquema que concentra todos los poderes del estado, incluido la justicia y el sistema electoral, en una sola persona? Pueden ser sinceras las intenciones de un dictador que se solaza en descalificar públicamente a sus detractores e incita a la población a disfrutar de los actos de escarnio público y convertirlos en cómplices de su desvarío? Pueden ser sinceras las propuestas de reforma cuando a diario se persigue sin miramientos a medios de comunicación y periodistas que defienden el derecho de los ecuatorianos a la libertad? Puede ser sincera la propuesta de un régimen que basa su popularidad en la propaganda fascista y difunde anti valores en la población? Pueden ser honestas las intenciones de un régimen cuya base social la lidera una nueva boliburguesía voraz, de mentalidad lumpen, de negociados con el estado, que promueve formas inescrupulosas de enriquecimiento, que actúa por encima de la ley y que acumula poder cada día merced un proyecto totalitario?  Pueden ser bien intencionados los planteamientos de una persona que se presenta como la encarnación del estado, del pueblo, de la revolución, del partido único, cuyos aliados a nivel internacional son dictadores como Chávez o Ahmadinejad? Podemos creer a un demagogo que se aferra a seguir en el poder a pesar de los pobres resultados de 6 años de gobierno,  pero que con el mayor descaro dice que “por su personalidad no es el mejor para lograr los acuerdos mínimos” ni la unidad de los ecuatorianos, que requiere el país para su desarrollo. Es que dicho dictador, que tiene la audacia de proclamar que su gobierno es de “manos limpias” y de perseguir a la corrupción, mientras su propio hermano y amigos de la infancia suyos, miembros del gobierno,  han sido parte de los más grandes escándalos y denuncias por dicho motivo, merece que el pueblo ecuatoriano lo reelija? Y por último, se puede creer que  un gobierno dictatorial, dirigido por un político de la  naturaleza de Correa, va a realizar elecciones libres, justas y transparentes?

Al final de su intervención se pudo apreciar un Correa tremendamente preocupado por su futuro. En el fondo sabe que además del daño económico que le ha hecho al país, es igual o mas grave el perjuicio político, en especial en lo concerniente a la democracia, la violación de los derechos humanos, su “manoseo” del sistema de justicia, la destrucción de la frágil institucionalidad del país, los actos de corrupción, las ofensas a la dignidad  y honor de la nación. Presiente que tarde o temprano tendrá que dar cuenta a la justicia por ello.

 

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De vacaciones con el rabo entre las piernas (4 julio 2013)

De vacaciones con el rabo entre las piernas (4 julio 2013)

La manera como Rafael Correa se ha retractado de una posible concesión de asilo a favor del  “pirata informático” Edward Snowden, ha puesto al descubierto su oportunismo político y las contradicciones de su gobierno.

Si bien no es novedad que Correa cambie de posición según su conveniencia personal, en esta ocasión el hecho resulta particularmente grotesco, pues se produce luego de una campaña desafiante antinorteamericana repleta de ofensas y declaraciones altisonantes reclamando soberanía y dignidad, que culminó con la renuncia al ATPDEA y  la propuesta de entrega de una “ayuda” por US 23 millones de dólares para “capacitación en materia de derechos humanos”, además de amenazar con pedir explicaciones a través de UNASUR, al gobierno de Estados Unidos. Actitud que animó al propio Fidel Castro a felicitar por primera vez por su “valentía” al caudillo ecuatoriano, y a que el ex agente de inteligencia le escribiera una carta de agradecimiento por la ayuda brindada.

Las declaraciones posteriores de Correa al diario británico “The Guardian” fueron categóricas sobre su “repentino” cambio de actitud. Dijo que no deseaba verlo, que era un espía y que la “ayuda” a Snowden en realidad fue un “error” cometido por el Cónsul en Londres, Fidel Nárvaez, amigo y seguidor de Julian Assange, acto por el cual ha “dispuesto que sea sancionado”.  Correa además se encargó de aclarar a todos los medios que para tramitar el asilo era necesario que Snowden llegue a territorio ecuatoriano. No es casual por ello que Oliver Stone, quien con otros activistas norteamericanos firmó una solicitud dirigida a Correa pidiendo el asilo para Snowden,  hoy declare que éste es un “héroe que no tiene donde refugiarse” y que hace falta que países como Brasil y Venezuela sean fuertes, sin mencionar para nada a Ecuador. Declaraciones similares de Julian Assange también hacen concluir que siente igual desencanto respecto de Correa.

La trama reciente hace notar que la política nacional e internacional del régimen se conduce no en base a principios o políticas de defensa de los intereses del país, sino en función de los intereses personales del caudillo y de los miembros de su gobierno, que ven en la publicidad y la propaganda estatal masiva su instrumento de dominación  fundamental.  Su afán por la “fabricación de la imagen” explica en gran parte la manera como sus “aliados” son utilizados y desechados según las circunstancias y conveniencia.

De otra parte, a nivel nacional, el tema ha reconfirmado la existencia de dos grupos de poder, que conforman la nueva “élite boliburguesa”, uno de tendencia fascistoide (al parecer predominante) y el otro de inclinación estalinista, que si bien comparten su afán por un proyecto modernizador que propugna el “Capitalismo de Estado”, de carácter totalitario, eventualmente entran en pugna respecto de la estrategia política a seguir. Correa, en medio, se bambolea motivado por un lado por su narcisismo y afán de protagonismo, pero también por su instinto de supervivencia y su anhelo de retirarse «cómodamente» para disfrutar de sus “logros” de líder latinoamericano en Bélgica, antes o después de concluir su tercer mandato, sin mayores repercusiones legales por las que preocuparse a nivel internacional. Objetivo no muy fácil de lograr tomando en cuenta la gran cantidad de actos de corrupción y violación de derechos humanos cometidos por su gobierno.

Las consecuencias de la actitud oportunista de Correa y su régimen están aún por verse, y es lógico que haya desazón y nerviosismo en las filas de su movimiento, quienes a pesar de todo justifican ciegamente cualquier contradicción o entuerto provocado por su líder. Es comprensible que haya preocupación en el país, sobre todo en el sector productivo, tanto de parte de los trabajadores como de los empresarios por la posible afectación a las exportaciones. Estos últimos lamentablemente parecería que sólo están preocupados por sus negocios, y no por la dificil situación política del país, por su democracia, los derechos humanos, la libertad de expresión, esenciales para el desarrollo económico y social.  Tampoco pareciera les preocupa las consecuencias devastadoras de un modelo extractivista no sostenible en el tiempo.

Es conocido que Correa siempre se encarga de repetir a dichos empresarios en las reuniones privadas que realiza que “no se fijen en mi retórica política (populista) fíjense en mis acciones” y que de esa manera, gracias a los buenos negocios que permiten los ingresos petroleros, ha logrado hasta ahora su respaldo. A juzgar por sus actuaciones recientes da la impresión de que  Correa instruye a sus “Embajadores” para que en el exterior transmitan el mismo mensaje a los diferentes gobiernos democráticos, pretendiendo un resultado similar. Por supuesto esta burda estratagema, característica de una dictadura populista, lo único que produce es mayor desconfianza de parte de los países defensores de la democracia y los derechos humanos.

Ahora Correa, con el rabo entre las piernas por lo mal que ha quedado ante la opinion pública mundial y ante sus “aliados” sin saber que hacer ni que decir ante la crisis surgida, decide irse de vacaciones. Va a reunirse en Bruselas con su esposa e hijos quienes están de paso, como turistas, por Nueva York (donde él también tenía previsto ir), hecho que llama la atención y  contrasta con su demagógica “campaña antimperialista”, como supuesto heredero de Chávez, a la que dedica un espacio importante de tiempo durante sus sarcásticas intervenciones de los sábados.

Respecto de la  noticia publicada sobre el viaje de su familia; mi hermano Emilio Palacio Urrutia, por cumplir su trabajo como periodista y analista político, de columnista del Diario Las Americas, fue agredido cobardemente por el Consul Eduardo Rivadeniera, conocido por sus atropellos a los ecuatorianos quienes en su gran mayoría en el Estado de Florida no apoyan al gobierno de Correa.

 

Los sicarios correístas pretenden salir impunes de esta acción delincuencial, tal como lo hacen a diario en el Ecuador gracias a la justicia controlada por el gobierno. Confío, sin embargo, en que la opinión pública mundial y la justicia independiente de Estados Unidos y del Estado de la Florida no lo permitirán.

 

 

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NACIONAL SOCIALISMO LATINOAMERICANO Y ECUATORIANO (Mayo 2013)

NACIONAL SOCIALISMO LATINOAMERICANO Y ECUATORIANO (Mayo 2013)

Hace pocos días en Washington se celebró el 20 aniversario de la creación del Museo del Holocausto, cuyo edificio alberga una de las más importantes colecciones de documentos, objetos y videos testimoniales sobre el exterminio de más de seis millones de personas perpetrado por el Nacional Socialismo (NAZI), así como una biblioteca de varias decenas de miles de libros.

El orador principal de la ceremonia fue el ex Presidente Bill Clinton quien en su intervención se refirió al sufrimiento causado por el holocausto, al que catalogó como “una enfermedad que adquiere diversas formas“ pero cuya esencia es la misma: el odio al otro que es, actúa y/o piensa diferente. Esto a pesar de que la ciencia ha demostrado que las diferencias entre los seres humanos, en términos del genoma humano, es de apenas un  0.50% del ADN.

Clinton resaltó que “la enfermedad que los nazis trasmitieron a Alemania… sigue muy viva alrededor del mundo”  e hizo un llamado a tomar conciencia de este grave problema que “es la mayor causa de sufrimiento en el planeta , como se pudo evidenciar en la Maratón de Boston, siendo la mayor amenaza para nuestros hijos y nietos, en un mundo interconectado”.

Lo dicho por Clinton, sin duda es muy oportuno y nos obliga a reflexionar sobre  la condición humana y el peligro que esta entraña bajo condiciones de conflictividad social, caracterizadas por la intolerancia y el odio al otro y que irremediablemente terminan en actos atroces de violencia.  Peligro que se agrava aún más cuando tal mensaje de destrucción es promovido por el Estado o un conjunto de Estados por supuestas diferencias insalvables con los que consideran sus “enemigos”, y que no admiten la diversidad de opinión. Una amenaza de la que mentes lúcidas como las de John Stuart Mill, Ortega y Gasset, Walter Benjamin, Anna Arendt, entre otros, nos previnieron en su tiempo.

Reflexión que por otro lado compete a todas los seres humanos y regiones del globo, incluida América Latina, donde varios de los regímenes autodenominados como del “Socialismo del Siglo XXI”  (bajo la influencia de la Cuba Stalinista) se han convertido en los más deplorables ejemplos de intolerancia, fomento al odio y la violencia, de manera muy similar a la que practicaron paulatinamente los Nazis desde el inicio de su gobierno, en nombre también de una supuesta “revolución nacional socialista”.

Al igual que ocurrió en Alemania Nazi, los regímenes Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina, impulsan su discurso de intolerancia e incitación al odio y la violencia con el apoyo de un gran aparato de propaganda masiva que promueve el nacionalismo y la sumisión absoluta al Estado,  mediante una estrategia que combina la supresión paulatina de la libertad de expresión, la represión de las voces disidentes, así como la inculcación del miedo en la población y la compra de conciencias. Todo esto gracias sobre todo al control de todos los poderes del Estado, incluida la justicia.

No es casualidad por ello que la situación de la libertad de expresión en los países mencionados, sea una de las más dramáticas de la región, y que sean éstos regímenes los que realicen una campaña descarada a nivel internacional por desmantelar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, con el gobierno de Rafael Correa a la cabeza.

En el Ecuador, el discurso de intolerancia y odio, a nivel nacional e internacional, se lleva a cabo siguiendo el mismo esquema de agitación política (inspirado en las prácticas del nazismo y seguidores de esa corriente como Perón) que adoptó Hugo Chávez con su programa “Alo Presidente” pero con la diferencia de que dicho discurso es más una excusa para que Correa pueda desfogar su rencor personal, producto de resentimientos sociales y frustraciones no superadas, lo que encaja perfectamente con la naturaleza e idiosincracia nacional socialista.

Un deplorable espectáculo populista con histriónicas escenas de escarnio público de los “enemigos de la revolución” internos y externos, cuya lista la conforman los periodistas y medios de comunicación críticos del gobierno, dirigentes sociales, defensores de derechos humanos, así como varios paises desarrollados, calificados de “imperialistas” según la conveniencia política del momento y el humor de Correa. Pero de manera particular los Estados Unidos, cuyo gobierno demócrata para contrariedad del régimen,  formula reparos cada vez más fuertes a la falta de libertad de expresión en el país.

Así, las sabatinas son una peligrosa combinación de intolerancia política y rencor personal que el caudillo ecuatoriano disfruta intensamente, y que por lo general termina saliéndose del guión, con consecuencias no previstas por el régimen.

Un buen ejemplo de lo señalado fue la reciente arenga sabatina llena de sarcasmo y comentarios ofensivos en contra del Embajador de los Estados Unidos, Adam Namm y dicho país. En su intervención, Correa no sólo que agredió y llamó groseramente la atención al diplomatico norteamericano por haber cometido el atrevimiento de desafiar su poder omnimodo y asistido  al acto de celebración internacional del Día de la Libertad de Expresión, sino que dio rienda suelta a su rencor contra dicho país, con expresiones cáusticas y ofensivas sobre sus próceres, cultura y valores democráticos.

Acto de instigación condenable, propio de un caudillo y un régimen que han sido afectados severamente por el virus “nacional socialista” del que acertadamente nos previene el ex Presidente Bill Clinton.

 

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PREPOTENCIA DIPLOMATICA CORREISTA (7 Mayo 2013)

PREPOTENCIA DIPLOMATICA CORREISTA (7 Mayo 2013)

Es difícil emitir un criterio justo sobre el grado de responsabilidad  del Embajador Rodrigo Riofrío en el penoso incidente ocurrido en un supermercado en Lima, en el que también participaron su sobrina, así como dos damas limeñas, que fueron afectadas físicamente, sin contar con toda la información y pruebas pertinentes.

Correspondería a las autoridades competentes, en base a las pruebas de video y versiones de testigos presenciales, determinar cuál fue el motivo del incidente, quién lo provoco y el grado de responsabilidad de los implicados, sin que esto signifique un llamado a juicio, en vista de la inmunidad diplomática del funcionario ecuatoriano.

Dicha investigación objetiva de los hechos podría ayudar a resolver si el Embajador Riofrío fue víctima de un desagradable incidente, donde cometió el error (injustificado) de involucrarse en un acto de violencia de genero, o si fue él quien provocó el altercado y los hechos de violencia, con expresiones racistas y xenófobas contra las damas limeñas y el pueblo peruano, como lo ha aseverado incluso la cajera del supermercado “Vivanda” en el barrio la Magdalena de Lima.

Sin embargo de lo indicado, lo verdaderamente lamentable de lo sucedido y que conocemos hasta ahora, es el pésimo manejo que ha hecho del tema el gobierno de Rafael Correa. Así, las autoridades de la Cancillería en lugar de tratar el confuso asunto de manera profesional, de proceder al retiro discreto e inmediato del Embajador y de presentar en aras de las relaciones bilaterales las disculpas protocolares del caso, anunciaron primero que procederían a una “investigación” unilateral de los hechos  ocurridos, sin tener la capacidad ni la autoridad para ello, para luego concluir que Riofrío actuó en “defensa propia” agravando innecesariamente la situación, irritando a la opinión pública peruana, y provocando el llamado a consultas de los embajadores.

Para sorpresa de la comunidad internacional, contrario a las normas convencionales de respeto al país donde se ha producido el incidente, fue el propio Presidente del Ecuador quien salió ante los medios a defender a ultranza la actuación de Riofrío, complicando aún más la situación, en vez de buscar una alternativa consensuada de solución al impase generado. En su enlace sabatino reiteró que él en persona analizó el caso, y que el embajador ecuatoriano fue “victima” de la agresión de dos mujeres. Exclamó que su defensa la hace  a “pesar de que dicho funcionario no es miembro de Alianza País” en “nombre de la “verdad”, asumiendo una absurda postura de Juez (y parte) Supremo internacional que puede decidir sobre la jurisdicción de otro país.

Declaraciones antojadizas, sin fundamento legal para ello, tomando en consideración que el incidente aún no está aclarado, que hay imágenes donde se ve claramente la actitud violenta de Riofrío y que existen testimonios de terceros que lo responsabilizan seriamente de lo acontecido dentro y fuera del supermercado. A lo que se suman las dudas generadas por su pretensión de hacerse pasar por “turista”, y por haberse negado a brindar declaraciones a los medios de comunicación.

Por otro lado, todos quienes conocen la forma de actuar del gobierno de la “revolución ciudadana” saben que las designaciones de embajadores Jefes de Misión las hace el propio Rafael Correa (a quien no se le escapa el más mínimo detalle y controla todo) y que la condición fundamental para ello es que sean incondicionales con él y que estén “alineados” con su proyecto político y personal; más aún tratándose de una Embajada tan importante como la de Lima. En este sentido se considera que el Embajador ante el Perú  ha sido un funcionario allegado a su círculo íntimo de poder.

Como si no fuera suficiente, Correa en su alocución del día sábado se refirió en términos ofensivos a la prensa del Perú a la que calificó como “peor que la ecuatoriana”, hiriendo la dignidad de ambos países. Para después suelto de huesos exclamar que “si por esto se tienen que afectar las extraordinarias relaciones con Perú, que pena, pero yo no voy a traicionar la verdad” desconociendo el pedido expreso del Gobierno Peruano y la Cancillería de ese país. Como si se tratara de un tema personal y no un asunto de Estado, con una lógica similar a la de un adolescente egocéntrico convencido de que su interpretación de la “verdad” es la única posible y de que con razón o sin razón siempre se sale con la suya.

El mal manejo de Patiño y la actitud prepotente de Correa, pasando por alto la opinión pública del Perú y el Ecuador respecto de temas sensibles, han generado un serio impase diplomático que puede tener  graves consecuencias para las relaciones de amistad y cooperación con un país hermano, de trascendencia geopolítica para el país y la región.

Lo ocurrido afecta negativamente la imagen del Ecuador a nivel internacional, y refuerza la impresión que ya existe en el sentido de que el país está regido por un gobierno dictatorial que promueve la intolerancia e incita al odio y la violencia.

 

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